Hasta que no pones en tela de juicio tus propias creencias... no comienzan los cambios.
Hasta que no te preguntas por qué te molesta tanto que las cosas y los demás
no sean exactamente como tú quieres... no empieza la cura.
Hasta que no te das cuenta de que si lo que tienes dentro y a lo que tanto
te aferras y defiendes fuese realmente bueno, te sentirías muy bien y,
por contra, sueles estar triste y enfadado... no comienza la fiesta.
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